3 de enero de 2011

Consecuencias

0 comentarios
Entonces, le ví. No me atreví a articular palabra, sus ojeras delataban que había estado llorando. Pensé que probablemente no fuese por mi culpa, simplemente para engañarme a mí mismo, sí... para engañarme a mí mismo. No había marcas en su cuerpo, por lo que no había habido violencia, pero se le notaba la resaca, demasiado. Nos habíamos pasado con el alcohol, las drogas, y la música. Pusimos la radio a todo volumen, casi me avalanzo sobre el hombre que vino a protestar por el volumen. El coche no estaba en el parking, no sabía dónde lo había puesto, pero tampoco me atreví a preguntarle. La habitación estaba destrozada, la pared una vez blanca, ahora era de un color rojizo por el vino. La alfombra estaba totalmente deshilachada, prefiero no saber por qué. Mi guitarra yacía destrozada en una esquina, preferí no agarrarla. No quedaba rastro del equipo de audio, me parece que salió volando por el agujero que había en la ventana. Salí al pasillo, en aquel motel de carretera, abandonado hace años, no quedaba rastro de nada. El equipo de audio estaba allí, tirado, la mitad en el pasillo, la otra mitad en el parking. Me senté en un silla de playa que no sé por qué razón estaba allí, a esperar a que saliera, para irnos. Detrás del motel había una vieja camioneta pick-up, nadie nos conoce en este lugar, empezaremos de cero.
PitágorasArrinconado. Con la tecnología de Blogger.